sábado, 24 de abril de 2010

Río abajo.

El copiador universal, se tomó la noche libre para salir con nosotros. Nos subimos a mi barquito como pudimos, porque sólo es para dos. Así apretados, nos fuimos moviendo la patita al ritmo de tu canción. Y todo se movía al ritmo de tu canción. Llevamos patatas, cocidas, saladas. Y los ratones nos seguían en sus balsitas, que no eran más que las tapitas de todas las cervezas que te tomaste junto al copiador universal. Y vagamos, erráticos, elementales, profesionales, por toda la ciudad subterránea. Cantando, riendo, comiendo.

Era tan perfecto, que nos hizo enfermar.

Tuvimos que remar contra la corriente durante horas y horas. Tuvimos que pedir auxilio a las ratones, tuvimos que gritar, tuvimos que dejar de cantar, de reír, de comer. El copiador universal saltó por la borda , tratando de salvar el propio pellejo. Yo creo que se ahogó. P.O nos esperaba en casa, con mantitas y sopitas, nos abrigó y nos contó una historia para dormir. Fue en busca de medicinas y canciones nuevas. Las nuestras ya estaban demasiado repetidas.