lunes, 16 de junio de 2008


El perro me mira desde la calle hacia mi tercer piso. Le silbo y apenas mueve las orejas, no sé si realmente me escuchará, pero yo quiero creer que sí y me veo sorprendida en un pensamiento tan optimista como este, con tanta fuerza y seguridad, en creer que el perro me mira a mí y me escucha a mí, desde allá afuera en la calle. Pero vuelvo la cabeza hacia la ventana y ya no está. Ahora hay un hombre en una camioneta que lee el diario y me mira a veces, y no quiero que me mire. Entonces cierro la cortina para no verlo más. Yo sólo quería algo de magia en esta ciudad.