jueves, 10 de julio de 2008

Al-Calino


Alcalino nos guiaba a través de las rocas, sabiendo que había que llegar a alguna parte, yo ya me sabía el camino más o menos bien, así que me sentía parte del equipo de guias, que éramos entonces alcalino y yo. El tercer individuo nunca había estado en esa isla, así que no le quedaba más remedio que seguirnos a nosotros dos. Con alcalino fue lo mismo que con todos los amigos que encuentro en esos sitios desolados, se acercó y me miró con la confianza que sólo un extraño puede ofrecer. El si que conocía el camino de memoria y me imagino que realiza ese mismo recorrido varias veces a la semana, no necesariamente con otras personas, pero de alguna forma le gusta guiar. Tal vez se guía a sí mismo. Los demás lo odian, no sé que tendrá su Ph pero en cada esquina pandillas lo sometían, y el pobre tenía que salir corriendo para no perder la vida. Nosotros lo mirábamos hasta con risa, porque no entendíamos como alguien podía ser tan desafortunado. Porqué lo odiaban tanto. Hasta los más débiles eran una amenaza para él. Entonces me di cuenta que era un extraño en su propia tierra. Que sólo podía sobrevivir solo. Sin compañía de nadie más. Nadie lo iba a defender nunca de las injusticias y de las azarosos ataques que se le ponían en el camino cada vuelta de esquina.
Llegamos a una parque abandonado al que nos condujo. Estábamos cansados y ya era hora de irse. Un rayo de sol iluminó su cara y me miró sin mirarme realmente, yo le devolví la mirada sin querer mirarlo tampoco. Estábamos cansados los dos. A veces se levantaba y caminaba sin sentido dando vueltas, oliendo el aire o tal vez intuyendo la próxima parada. De todas formas todo siempre se reducía a un escape, todo en esa isla al final se reducía a eso, escapar o morir, en cualquiera de los sentidos de esa palabra. Ya era hora de partir.

Cuando ya habíamos llegado a la plaza para tomar el bus de regreso, alcalino desapareció de pronto, nos dejó sin mirar atrás, buscando sombre entre otro grupo de hombres que estaban sentados en una banca no muy lejana. Apareció el bus y partimos. Miré hacia atrás a ver si lo pillaba por última vez, pero ya había desaparecido tras algún grupo más interesante... solo, cansado, con hambre, con sueño, huyendo de algunos, tratando de conciliarse con otros.
-Seguro fue el último de su camada- pensé.