lunes, 9 de marzo de 2009

Una pasajera perdida

Esto no tiene cura, realmente, la ciudad sigue igual. Parchada por la visita de un príncipe y su pirichacha, exsuda meados en cada esquina, de lo más profundo de su interior exsuda la esencia melancólica de este transeúnte porteño, evaporándose en dirección al mar, donde van a suicidarse sigilosamente todas nuestras expectativas. Más allá en ese horizonte desconocido y tan manoseado, flotan diluidas todas mis ideas, cada una, las tengo contadas. Todas proyectadas en ese plano ancho y ondulado se estiran como una caluga duuuuulce hasta deshacerse por completo. Por eso ya no voy a la orilla. Por eso le doy la espalda a ese mar mentiroso que promete mucho y no cumple nada. Abierto de extremo a extremo invita a perderse en las posibilidades de un futuro misterioso que jamás llega. Por eso ya no voy más, me bajo del bus y me meto por la primera tapa que pillo suelta en la calle.